El
álbum debut de Weezer es fantástico, define el sonido de la banda como pocos lo
pueden hacer desde su primer disco, es inconfundible y tiene su propio sello.
Toma referencias obvias de los Pixies y de The Beach Boys, y a pesar de que
bandas contemporáneas como Pavement, Dinosaur Jr., Nada Surf tienen sonidos
similares, Rivers Cuomo y compañía exploran el lado más pop del entonces
llamado rock alternativo.
Si
bien, Weezer no inventó nada nuevo, se apropió de un estilo único, ya que se
unen las guitarras distorsionadas de una banda de hard rock con melodías
pegadizas y letras que te hacen traerlas en la cabeza y cantarlas una y otra
vez, tal cual, una canción pop, todo esto funciona gracias a la producción de
la propia banda y de Ric Ocasek, líder de The Cars.
La
lírica navega por diferentes rumbos como los celos, la tristeza por la pérdida
de una relación, las inseguridades, la desesperación, los recuerdos de la
infancia, temas tan universales con los que inmediatamente el escucha se puede
identificar.
Este
material incluye varias de las canciones más populares de la banda como “Buddy
Holly”, “Undone (The Sweater Song)”, “My Name Is Jonas” y “Say It Ain’t So”,
que prácticamente son himnos de una generación; sin dejar de mencionar grandes
joyas como “In The Garage”, “Holiday”, “The World Has Turned And Left Me Here”
y “Only In Dreams”. Con solo 10 temas Weezer dio maestría de cómo hacer melodías
rockeras con tonos pop de gran calidad.
Weezer
fue capaz de meterse y encontrar sus fans entre el grunge y el brit pop, géneros
dominantes de la época, y sin duda, fuimos testigos del legado de la banda, ya
que, a más de 25 años de su publicación, el álbum se siente tan fresco,
energizante, y transmite unas ganas formidables de hacer air guitar y cantar
cada una de las canciones. Es un disco emblemático de la década que ha sabido
envejecer bastante bien.