A
principios de los noventa, el shoegaze gozaba de respeto en el circuito
musical, exponentes como My Bloody Valentine, Ride o Lush, editaban sus mejores discos, por su parte, Slowdive, había lanzado en 1991 su
primera placa, Just For A Day, sin
embargo, conforme la década avanzaba, el público cambió sus gustos, y para
1993, estaban en auge en los Estados Unidos, bandas como Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Alice In Chains, máximos
exponentes del grunge y del otro lado del Atlántico, venía empujando el brit
pop, situación que orilló a géneros como el shoegaze a quedar relegados y
alejados de los focos, por lo que, para esos días se vivían los últimos
momentos de gloria.
Slowdive publicó Souvlaki
para muchos su magna obra y de las últimas producciones representativas del
género. Por lo señalado anteriormente, las ventas no fueron las mejores para el
disco, puesto que, el shoegaze se encontraba de salida, las críticas fueron mixtas
en aquellos días, pero al paso del tiempo, se han unificado y han coincidido en
la belleza y calidad de la placa.
La
banda buscó para la producción del material al legendario Brian Eno (Devo, U2, James, etc.), pero el productor solo convivió
unos días con la agrupación del cual se lograron dos canciones “Sing” y “Here
She Comes”, posteriormente, declinó la invitación.
Algo
que influyó en la grabación del disco fue la ruptura amorosa de Rachel Goswell y Neil Halstead ambos guitarras y voces, lo cual, se puede notar en
algunas de las letras.
El
sonido del álbum es melancólico, claro ejemplo, es “Alison”, cuya canción es la
que abre y la que muestra lo que vendrá a lo largo de la producción, siendo
éste, el tema más reconocido de la banda hasta la fecha.
Slowdive evoca a ambientes etéreos, donde las voces se
compaginan y flotan por encima del ruido, las líneas del bajo y las baterías, Souvlaki, tiene un sabor a nostalgia, en
donde la soledad, el frío y la distancia parecen ser las mejores compañías.
El
grupo con este material dio varios pasos adelante, se consolidó y comenzó a
dejar de lado, varias de sus influencias para la definición de su propio
sonido, el dream pop, parece haberse desvanecido y el aumento de distorsión y
saturación de guitarras, capas de sonido, y los efectos de voz son lo que
predominan.
Souvlaki, a más de 30 años de su publicación, sigue intacto ante los estragos del tiempo, se mantiene fresco, y nos lleva a un momento de nuestras vidas donde la belleza emerge como luz dentro de toda la disonancia que se encuentra a nuestro alrededor. Un disco obligado para escuchar.